Pues aunque parezca mentira en esta santa casa cuando se hacen los
deberes el tiempo se paraliza. Las peleas de hermanos se quedan en pausa
y yo, servidora me todo un café y aprovecho a leer.
A medida que va acabando les pongo 15 minutos de lectura, que a veces son 20. Y durante un tiempo sigue la paz.
El problema llega cuando todo se acaba y ya no puedo estirar esos ratos.
A
Alvarillo que es un experto en tocar las narices; el típico que hace
bromitas la mayoría de las veces sin gracia, y además es un tanto
hiperactivo en cuanto el aburrimiento le roza, la toma con Jaime, que
tiene de pasota e hipersensible lo mismo que su hermano de todo lo
propio, y ahí, en ese momento, se acaba la paz y hay que entretenerles.
Estos
días y gracias a la nieve los ratos de paz son más largos, porque salen
al jardín y ahí ríen, se pelean y lloran sin que esta vez la paz la
pierda yo.
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