29 sept 2020

No hay madres perfectas

Hace tiempo que no  cotilleo. Viene bien saber que el mundo no es esto.
Que esto está en el mundo, pero que podemos vivir sin ello. 

Gracias a Dios no tengo un negocio detrás de  los likes, ni estos miden el éxito de mi vida.  Claro que en mi vida necesito likes, pero de otro tipo.
Los hijos, me dijo una sabia amiga el sábado, te dan los likes cuando maduran, se van de casa o se van con otro... antes, antes es todo like y dislike. Gritos y besos. Derrames de leche y calcetines zurcidos. 
Igual si. Aunque yo creo que, cuando era jovencita, a mi madre le daba muchos likes . Igual no, igual sólo es el recuerdo de lo que debería haber hecho...

La vida es dura, aunque la mía es muy de algodón. O así la veo yo.

He dejado mi carrera, no sé si de momento. La he cambiado por planes de educación, idiomas, luchas diarias, cocinar a diario, mejor sano, sin procesados, por conducción ecológica, huevos de oca, pollo de granja, lechugas de huerto con bichos, patatas de campo, faldas de cuadros, botas de suela de goma , perros y gritos. Muchos gritos.  Porque aunque todo sea más o menos de algodón, lo más  cansado es la educación. Ese ponte derecho, estudia un poco, adelanta materia, recoge tu habitación, la tostada se pone en el plato, la mano sobre la mesa, hay que ir a ver esto, pregunta a la señora tal si necesita algo, baja la ropa por favor, dúchate, prepara la mochila, llévate el desayuno, la mascarilla...
La primera vez bien, la enésima vez de un día tras otro... A mi no me sale bien casi nunca.

Confío en que mis hijos aprendan de mis errores. Que se fijen en lo que hago mal, para no hacerlo ellos, o para al menos saber disculpar. 
Creo que todas esas teorías de educación maravillosas están fantásticas, pero yo , yo soy del grito y del error, igual que del detalle, del beso y del perdón. Que las madres no somos perfectas, ni los padres, ni los hijos. 
En mi casa perfectos son los perros, que son lo que son, y Dios.