11 dic 2011

Plan Pre- Navidad


Justo antes del puente de la Inmaculada decidimos hacer un plan pre- Navidad. Nos levantamos temprano, como de costumbre, y llevamos a los dos mayores al teatro. 
Para todos un planazo. Dejar el coche aparcado, disfrutar del tranporte público, ver una obra de teatro de niños, volver a casa, comer, dormir la siesta y regresar al centro, esta vez con el pequeño Jaime, y mucho amigos para ver las luces tan bonitas que decoran la ciudad.

Y digo yo, así visto así, parece un plan romántico de familia perfecta que disfruta unida haciendo miles de planes con los niños.  Y sólo lo digo, porque hacerlo es ¡una locura!

¡Niños hoy nos vamos al teatro! Los gritos de alegría y el ¡vamos mamá! se oían por todo el vecindario. 

Al final salimos algo más tarde de lo previsto, así que empezamos mal. Carreras hasta el metro, niños que no quieren correr, mamá y papá cargan con ellos en brazos para que no se cansen con las prisas y la monten antes de llegar.
 
Llegamos al teatro. Alucinan con los personajes, las canciones... Mamá y papá se aburren. La obra bien es sólo para niños.

Salimos del teatro, esta vez volvemos en autobús. Al principio el viaje va sobre ruedas pero a los diez minutos, Álvaro empieza a levantarse, ir de un lado a otro como un mono.
El autobús se empieza a llenar y un par de señoras le quitan el sitio. Al principio se calma, se sienta en mi rodillas, a los dos minutos se cansa y comienza a saltar. ¡Qué revoltoso!, dice una señora muy educada. Mientras, para mis adentros pienso que mi hijo es un plasta y es el típico niño maleducado.  En realidad no lo es, pero cuando está excitado lo parece y una madre siempre intenta justificarlo. A la señora educada le digo con una sonrisa que está amocionado porque nunca va en autobús, una mentira piadosa la entiende cualquiera.
Como veo que la conversación de las señoras va enfocada al comportamiento de sus nietos, de la misma edad que mi hijo, capto las indirectas enseguida, comienzo a amenazar a Alvaro con castigos, sin premios, con la policía ( le tiene mucho miedo al cuerpo de policías) y finalmente, desesperada, le advierto del daño que se puede hacer si sigue pegando botes y el autobús frena, nos tendremos que ir al médico y te van a tener que pinchar. En cualquier otra situación ésta amenaza es crucial. En el autobús no.

Salimos del autobús y la excitación se convierte en cansancio y hambre, es decir, en perra tras perra hasta llegar a casa.
Un infierno.

Por la tarde salimos a ver las luces con muchos amigos. Álvaro como loco, Isabel ideal, Jaime dormido en su carro. Parecíamos una excursión de colegio, o peor aún, La Gran familia. En cualquier momento alguno de los 11 niños que llevábamos se podía convertir en el adorable Chencho. Todas las papeletas las tenía Álvaro. Pues se salvó.  A la que perdimos fue a Isabel. En el carrusel de caballitos/ Belén de Serrano.
¡Qué agobio!  El paraiso de los niños, el infierno de los padres.

Moraleja, los planes con niños están bien, pero o esperamos a que crezcan o pagamos a sus tías solteras para que los hagan con ellas. A mi y a mi marido se nos tiene que olvidar este plan pre- Navidad antes de repetir odisea.

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