1 ago 2014

Una comida en casa

Un día cualquiera, sobre las 12 de medio día, la cocina de casa, grande, de campo y con chimenea,se prepara para recibir a los cinco comensales de la familia. Sea como sea, hayan o no ido los niños al colegio, la alegría de comer todos juntos con su padre invade la estancia que huele al guiso de mamá -los mejores después de los de las abuelas- . 
Lavadas las manos, ultimo los detalles y comienzo a servir los platos de todos. Isabel bendice, Jaime en ocasiones también. Después a Alvarillo le da un calambre en la lengua y ya no deja de hablar. 
"Sabes papá que hoy fuimos al mercado, que Jaime me ha pegado, que han robado en casa de los abuelos, y menos mal que no se han llevado la ropa interior, porque yo pensaba que dormían desnudos, y además, papá, Jaime no fue al colé, mamá dijo que empezaríamos todos a la vez, así que, qué suerte tenemos, eh? Qué suerte!  Y Papá sabes? Podrías enseñar a mamá  a poner la Wii y así podríamos jugar y hoy vamos en bici, eh? Tienes que volver al trabajo? ".... Hace un parón para beber agua y cualquiera aprovecha para hacer un comentario o cambiar el monólogo pero resulta inútil, veloz y a toda pastilla, sigue Alvarillo monopolizando la conversación. 
Cuando terminan, algunos días dan las gracias, otros, se levantan a jugar o pintar o simplemente descansar. 
En ese ratito corto aprovechamos mi buenesposo y yo a tomarnos una café y hablar un poco. Antes de que los besos y abrazos se reproduzcan como las esporas porque tiene que volver al trabajo. 
Después, cada uno a lo suyo, yo a terminar mis cosas, los niños a jugar y pelearse. Y por fin, todos en paz.

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