1 feb 2018

Dolor de tripa

Supongo que mi casa no es muy distinta a cualquier otra con niños que crecen. Esta mañana, ya tempranito he regañado a Isabel porque se iba todo maquillada de Carnaval ( una calcomanía de la catedral de Colonia en una mejilla y en la otra, un "punch" de colorete de purpurina plata). La verdad, estaba monísima, pero soy una plasta y creo que al colegio - por muy liberales que aquí sean- se debe ir bien vestido y con la cara lavada. Esta niña adorable hace lo que le da la gana y yo, muchas veces no tengo fuerzas de pelear, pero eso sí, lo que me parece se lo digo.

Después, la rutina obliga a levantar a los chicos, sacarlos literalmente de la cama, sobre todo a Jaime, y azuzarles para que se vistan rápido y no empiecen a jugar, porque todos sus juegos acaban en pelea...

Jaime con cara tristona y ceño fruncido como de dolor me ha dicho que le dolía mucho la tripa. Al pricipio casi caigo, pero luego he dudado.
"Tranquilo, igual es que tienes que ir al baño. Mira, nos vestimos (el plural mayestático funciona siempre) desayunamos y vamos al cole y si te sigue doliendo ya vemos, vale".
 Y así ha hecho.
Se ha vestido y ha peleado un poco con Álvaro. Ha desayunado la leche con cacao y cuatro galletas Príncipe, no está mal para un dolor de tripa, ¿no?

Después le he llevado al colegio y me ha vuelto a lloriquear  con el tema de la tripa; " Jaime, mi vida, esto no es como el Kindergarten. Aquí si te sigue doliendo la tripa se lo dices a Frau Harland y me llaman a casa. No te preocupes".
En cuando a visto a su amigo Ben le ha entrado ganas de ir a jugar, pero yo le he visto que se debatía entre seguir dándole importancia al dolor de tripa y salir corriendo con Ben. Para facilitarle las cosas, de cuclillas, le he dado un beso, le he dicho que le diga a la profe y me he ido.
Así, por el rabillo del ojo, y con un ligero, ligerísimo cargo de conciencia, he puesto rumbo a la salida del patio del colegio y entre gritos de alegría y carreras que van y vienen he visto a Jaime jugando al pilla pilla con Ben y los demás. Mi conciencia se ha calmado. Y estaré pendiente a medio día del hambre con el que llegue a casa.



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