Después, la rutina obliga a levantar a los chicos, sacarlos literalmente de la cama, sobre todo a Jaime, y azuzarles para que se vistan rápido y no empiecen a jugar, porque todos sus juegos acaban en pelea...
Jaime con cara tristona y ceño fruncido como de dolor me ha dicho que le dolía mucho la tripa. Al pricipio casi caigo, pero luego he dudado.
"Tranquilo, igual es que tienes que ir al baño. Mira, nos vestimos (el plural mayestático funciona siempre) desayunamos y vamos al cole y si te sigue doliendo ya vemos, vale".
Y así ha hecho.
Se ha vestido y ha peleado un poco con Álvaro. Ha desayunado la leche con cacao y cuatro galletas Príncipe, no está mal para un dolor de tripa, ¿no?
Después le he llevado al colegio y me ha vuelto a lloriquear con el tema de la tripa; " Jaime, mi vida, esto no es como el Kindergarten. Aquí si te sigue doliendo la tripa se lo dices a Frau Harland y me llaman a casa. No te preocupes".
En cuando a visto a su amigo Ben le ha entrado ganas de ir a jugar, pero yo le he visto que se debatía entre seguir dándole importancia al dolor de tripa y salir corriendo con Ben. Para facilitarle las cosas, de cuclillas, le he dado un beso, le he dicho que le diga a la profe y me he ido.
Así, por el rabillo del ojo, y con un ligero, ligerísimo cargo de conciencia, he puesto rumbo a la salida del patio del colegio y entre gritos de alegría y carreras que van y vienen he visto a Jaime jugando al pilla pilla con Ben y los demás. Mi conciencia se ha calmado. Y estaré pendiente a medio día del hambre con el que llegue a casa.
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