7 oct 2016

Siglos

Siglos que no escribo. La verdad, creo que me he dejado llevar por la rutina de mi vida y son pocas las ocasiones en que me comería a besos a mis hijos. Los adoro, si. Pero hay ocasiones, cada vez más, en las que no puedo con ellos.  Como cuando se pelean. No me refiero a que estén jugando y acaben peleados, eso pasa casi siempre, me refiero a cuando desde el inicio, desde el desayuno se pelean. Normalmente empieza Isabel, que todo lo que tiene de buena lo tiene de terca. Porque ese angelito se esta convirtiendo en una preadolescente insoportable que suelta gilipollas a diestro y siniestro sin importar el motivo. Que sus hermanos están en la puerta de su cuarto, lo suelta. Que uno le prepara la taza del desayuno, lo suelta. Que no quiere comer y se ríen de ella, lo suelta. Creo que hasta me lo dice a mi así con esa boca cerrada y mirada de asesina que se le pone cuando corto en seco una riña de hermanos.
Los otros dos... Aún me los quedo, pero sé que llegara el día que quiera venderlos,  por dos duros, bien baratos.
Y es que se hace duro que crezcan, dejan de ser pollitos lindos y quieren convertirse en los gallos del corral y ah, no! Eso si que no lo tolero!!!! No hay mas gallos que su padre y yo.