Hay muchos buenos momentos a los largo del día. Uno de ellos es el de ir a la cama. Cuando son los niños los que se van, porque así su padre y yo descansamos un rato y nos relajamos viendo alguna película sin sentido o algún documental extraño de los que le gustan a su padre, de esos de los que yo reniego hasta que los veo.
Cuando soy yo la que me voy, porque caigo como un saco de piedras sobre mi colchón y duermo profundamente hasta que Jaime me despierta. ¡Menudo placer!
Hay días en los que este ritual se retrasa porque los niños están algo excitados o porque yo no tengo ganas de andar amenazando para que lo hagan.
En estos días previos a Navidad tengo la herramienta perfecta: voy a llamar a Papá Noel. Muy seria agarro mi móvil, marco un número y me pongo a hablar en inglés. Los niños se ponen nerviosos y empiezan a hacer todo lo que no habían hecho antes. De momento está funcionando a la perfección. Espero que la llamada a los Reyes Magos funcione igual de bien.
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